lecturas dispersas 2

LAS BATALLAS PERDIDAS,
de Eudora Welty
(Impedimenta, 2010, 572 pag.)

en un paisaje montañoso del noroeste del Mississippi, allá en el profundo sur de la basura blanca, en una casona solitaria, algo ruinosa, al final de un camino polvoriento y serpenteante, el extenso clan de los Beecham celebra el noventa cumpleaños de la abuela Vaughn. Se trata de un evento importante en la región, tanto que el nieto favorito de la abuela, Jack, escapó de la cárcel un día antes de finalizar su condena para no perdérselo. Una imagina mujeres con vestidos de flores cosidos en casa, hombres de camisa blanca sudada y cabello cortado a cepillo, todos ellos ingenuos y maliciosos como sólo saben serlo quienes están hechos de la arcilla del terruño. Y sobre todo el ritmo, un ritmo mágico alejado de nuestro concepto del tiempo, donde lo que ocurre importa menos que lo que se cuenta, interminables historias de familia, de secretos, de rencores nimios e inextinguibles narrados una y otra vez con el chirriante acento del sur, como única moral y lección válida para el clan. Y anochece, y amanece, y anochece otra vez, y las historias siguen con su peculiar lógica endogámica, hasta que un nuevo suceso venga a enriquecer la mugrienta y cruda mitología de quienes sólo se tiene a sí mismos, y a veces ni eso.

LA FÓRMULA PREFERIDA DEL PROFESOR, de Yoko Ogawa
(Funambulista, 2008, 298 pag.)

he de admitir que en principio me resistía a abrir este libro, porque ya está en su décima edición y los grandes éxitos suelen darme pocas alegrías (El niño del pijama a rayas o Firmin, por poner dos ejemplos). Pero finalmente lo he leído, y no tengo más remedio que recomendarlo, es maravilloso. Narra la peculiar amistad que se establece entre un viejo profesor de matemáticas, su asistenta y el hijo de diez años de ella. El anciano, afectado por una extraña dolencia que le impide recordar el presente más allá de ochenta minutos, se comunica a través de los números, fórmulas matemáticas que constituyen la gran pasión de su vida.

la contraportada dice que se trata de una historia contada con la belleza sencilla y verdadera de un «larguísimo» haiku. Y resultó ser verdad. Una lectura sobria, poética, conmovedora y elegante, que he disfrutado enormemente.

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lecturas dispersas

ronronea: carla