la metamorfosis de Ifis (III)

todos los pretextos fueron salvados y la fecha fue al fin señalada. La madre y la hija se arrojaron a los pies de Isis: «¡Gran diosa ―le decían―, a quien el Egipto, la ciudad de Ammón, los alrededores del lago Mareotis, la isla de Faros y el Nilo con sus siete desembocaduras reconocen por soberana, favoréceme y disipa mis alarmas; tú que en otro tiempo te me apareciste con estos mismos símbolos que ahora te veo! Me sometí sin dudar a la orden que me diste y por ella ve mi hija aún la luz del día; y si no he sido castigada por desobedecer a mi marido, es efecto de tu bondad y protección. Acaba tu obra; ten compasión de la madre y de la hija y líbranos de este cruel conflicto en que nos encontramos.»

apenas terminó su ruego, el altar tembló, y también las puertas del templo. La corona que la diosa llevaba sobre la cabeza esparció fúlgidos rayos luminosos y su laúd dejó escapar algunos sonidos. Reanimadas por un presagio tan feliz salieron del templo llenas de consuelo, e Ifis notó que su paso era más firme que de ordinario. Su color perdió en blancura; sus fuerzas aumentaron, sintiendo por todo su cuerpo un vigor que no convenía a la debilidad de su sexo. «Ifis, ya no eres mujer. Ve sin demora a dar las gracias a los dioses, y no lo publiques.» Ifis no tardó, en efecto, en volver con su madre al templo de la diosa, donde dejó esta inscripción: «Ifis, muchacho, cumplió los votos que hizo siendo doncella.»

a la mañana siguiente se verificó el casamiento, y a él asistieron Venus, Juno y el dios Himeneo.

(Ovidio, Las metamorfosis)

el resto de la historia:
la metamorfosis de Ifis (I)
la metamorfosis de Ifis (II)

ronronea: alia