jueves, 29 de noviembre de 2012

ladrones de guante verde (2 de 2)




saltamos al siglo XIX. Las nuevas Repúblicas americanas legislan con dureza para mantener el monopolio: queda terminantemente prohibido exportar plantas ni semillas de la valiosa quina en Perú, Ecuador, Bolivia y Colombia. Sólo se permite exportar la corteza seca, y el precio sube de manera constante.

en 1854,
Clements Robert Markham, un aventurero inglés, propone a la Comisión de Rentas de la Oficina de Indias británica un ambicioso plan para robar el árbol de la quina: cuatro expediciones simultáneas a cuatro regiones diferentes, coordinadas por él mismo. El proyecto fue aprobado y ejecutado. El explorador Pritchett se dirige a los bosques de Huánuco, en el Perú central, a la búsqueda de quina de corteza gris; el ilustre botánico Spruce recolectará quina de corteza roja en los Andes ecuatorianos; Cross, después de apoyar a Spruce, partiría hacia Ecuador en busca de quina de corteza de corona, y después a los Andes colombianos en busca de quina colombiana; y el propio Markham se reservó la tarea más difícil, obtener quina de corteza amarilla (la más valiosa y vigilada) en el Perú meridional.

Markham desembarca junto a su esposa y el joven jardinero Weir en Islay, un desierto pueblecito de la zona sur de Perú. Deposita en el consulado inglés invernáculos en miniatura rellenos ya de tierra. Tras dos días de marcha llegan a Arequipa, donde la mujer queda en casa de unos amigos. Sigue la expedición ascendiendo por un camino de larga senda que sube entre revueltas hacia las estribaciones occidentales de los Andes. Tormentas de nieve y lluvias torrenciales a cinco mil metros de altura. Descienden por un glaciar, avanzan a través de pantanos y rocas y llegan a Puno, cerca del lago Titicaca. Abandonan Puno por la carretera que conduce a Cuzco y se desvían hacia el este con la única ayuda de unas mulas agotadas y famélicas.

a pesar de todo su sigilo, durante un alto nocturno en una choza de pastor despiertan el recelo de otro viajero, don Manuel Martel, un coronel retirado del ejército peruano. Cuando los ingleses llegan al distrito de Carabaya y empiezan a reunir las semillas, la zona ya hervía de rumores extendidos por el desconfiado coronel. Tras cuatro semanas de recolección, el alcalde ordena que los dos ingleses sean detenidos, y sus plantas confiscadas. Se abren paso a punta de pistola, roban mulas en medio de la hostilidad de los campesinos y, a medida que el cerco se estrecha, deciden separarse para aumentar sus posibilidades de éxito: Weir se dirige con un cargamento de plantas inofensivas (presuntamente recogidas como botánico aficionado) hacia Puno, donde le espera una comisión encabezada por don Manuel, mientras que Markham huye a escondidas hacia Arequipa con la quina. El descabellado plan funciona, y finalmente logran sacar la quina amarilla del país.

pocos años después otro explorador británico,
Charles Ledger, logrará también robar semillas de quina. Hacia 1865 las ofrece al Gobierno inglés, que no está interesado porque ya tiene las de Markham, así que las vende al Gobierno holandés. Los holandeses compran medio kilo y con tan escasa cantidad ponen la base de las inmensas plantaciones de quina que pueblan hoy la llanura de Pengalengan en Java, y otras islas de Indonesia. Roto el monopolio por fin los precios bajan, para beneficio de muchos enfermos de paludismo.

quisiera añadir que el desenlace de esta historia me pareció tremendamente irónico. Al final, la quinina no llegó al pueblo gracias a ninguna idea reformista ni revolución política o social, sino por la pura dinámica del mercado, y por la codicia de sus actores

el resto de la historia:
los polvos de la condesa
ladrones de guante verde (1 de 2)

ronronea: claudia

11 maullidos:

Juli Gan dijo...

Buena segunda parte. Así que al final, como suele suceder, despojándonos del romanticismo, todo es cuestión del mercado. Jaaajaja.

TORO SALVAJE dijo...

:)

A pesar de todo una historia con final feliz.

Gracias otra vez.

Besos.

Srayomismamismamente dijo...

Muy buena la historia, de verdad :)

miquel zueras dijo...

Muy interesante todo. Lo de la quina me recuerda a otro aventurero inglés -no recuerdo el nombre- que consiguió salir de Brasil con unos esquejes del árbol de caucho lo que estaba prohibidísimo. El robo acabó con el monopolio brasileño del caucho y hundió a ese país en la miseria. Maullidos y ronroneos. Borgo.

Chelo dijo...

Muy interesante y al final el mercado, una vez, más marca la historia.
Un saludo.

Sandra Sánchez dijo...

Sin duda interesante historia, condensada y bien explicada.
;)

Anónimo dijo...

El que la persigue la consigue.... por insistir que no sea :D

Unknown dijo...

Dichosas semillas, todo el mundo a la caza y captura de ellas.
Besos.

claudia dijo...

Juli, no estoy segura que haya en la Historia ni romanticismo ni tan siquiera enseñanzas morales, más allá del detalle de la anécdota

Toro, los lobos lucharon tan duro por la presa que la acabaron soltando en el fragor del combate, y así pudo el pueblo probar la carne. No sé si es un final feliz, por lo mínimo afortunado para quienes no son lobos

Sra., comparto su agrado por estas historias, me gusta saber de las personas que están detrás de las grandes gestas

Miquel, en efecto existen varios casos similares. Este me interesó en especial por su ambigüedad moral, pues si algún científico, aventurero o Gobierno hubiese triunfado finalmente en sus propósitos (manteniendo el monopolio), millones de personas más hubieran fallecido al no poder pagar la quinina

Chelo, creo que el mercado es el gran motor de desarrollo, o más bien la competencia que se genera en la lógica de mercado. Otro tema es que el mercado no entiende de moral, sólo de beneficios. Paradojas de nuestro Estado de bienestar, que a veces pueden generar tremendos conflictos como el que estamos viviendo ahora

gracias Pulgacroft, sé que la historia es un poco compleja y ardua de leer, pero me pareció que merecía la pena desarrollarla porque, como le decía a Chelo, en cierto modo refleja (que no explica) las enormes paradojas de nuestros tiempos

Kate, sospecho que siempre que haya ganancias en juego, habrá quien persevere en el intento (y si hablamos de la enorme fortuna que suponía el monopolio de la quina, para qué te cuento)

Javi, ¿extraño, no? casi tres siglos intentando robar una semilla, y la riqueza y el futuro de los países dirimiéndose en lo más profundo de la selva amazónica

Lucía_lamiradadeluci dijo...

Fíjate que a mí el final casi que ni me extraña... la dinámica del mercado + codicia, como en todo.
Muy buena la historia.
Un besote

claudia dijo...

la verdad es que tienes razón, el final era bastante previsible.. resulta muy difícil (quizá imposible, no lo sé) poner límites a esa codicia desmedida, a la que tenemos en casa (gobiernos, bancos y demás poderes) y también a la que ataca desde fuera