en Japón, el arreglo de las flores constituye una labor cotidiana. Se trata de un arte, que permite a quien lo cultiva expresar lo que siente su alma. Todas las salas de las casas tradicionales japonesas tienen un tokonoma o «lugar de honor», que se compone de un rollo de pergamino adosado a la pared y un ancho anaquel con un jarrón de flores. Cada mañana, un miembro de la familia se arrodilla respetuosamente ante este anaquel y arregla las flores con todo el arte que es capaz. El resultado es altamente simbólico. Una rama de capullos erguida con algunas peonías en el centro expresa amor y felicidad. Una flor cuyos pétalos comienzan a desprenderse indica depresión y preocupación. Las azucenas y los crisantemos son flores alegres. El pino, el bambú y los capullos de ciruelo son un regalo de cumpleaños, ya que simbolizan una larga vida. Las ramas del árbol son machos; las flores, hembras. Cualquier elemento que se repita cuatro veces trae mala suerte, ya sean cuatro tallos, cuatro pétalos o cuatro colores. En japonés, el número cuatro es shi, palabra que también significa «muerte».
Ikebana es la palabra japonesa con que se denomina una composición floral. Su significado exacto es dar nueva vida a las flores. Puede, además, dar nueva vida a un hogar, así como a quien las arregla. Los primeros en hacer arreglos florales fueron los sacerdotes budistas, quienes en los siglos VI y VII empezaron a adornar los altares de los templos con flores dispuestas en jarrones de bronce. Más tarde, los samurais se aficionaron a este arte, que consideraron marcial. Después, en el siglo XIV, un notable caudillo samurai llamado Yoshimasa Ashikaga, cansado de la guerra, se retiró a Kyoto y edificó en medio de un idílico paisaje de jardines y arroyuelos un pabellón de tres pisos con tejado de plata. Allí se rodeó de poetas, pintores, jardineros, paisajistas y actores, y se dedicó por entero al cultivo de las bellas artes. Cierto día, encargó a su gente que hicieran composiciones especiales de flores, no para Buda sino en honor de las estrellas Vega y Altair. El resultado, unos cien jarrones en total, fue tan hermoso que Ashikaga permitió la entrada al público para que lo admirara. Aquella fue la primera exhibición de ikebana.
Ya en la época moderna, el arte evolucionó gracias en parte a Sofu Teshigahara, considerado el Picasso de la composición floral. Teshigahara, hijo de un maestro que dirigía su propia escuela de ikebana, aprendió desde temprana edad esta antigua tradición. Sin embargo, se vio afectado por la influencia del arte moderno europeo y quiso hacer innovaciones. Su padre le prohibió tal desatino y Teshigahara, a la edad de veinticinco años, abandonó la casa paterna para establecer una escuela propia. Al terminar la Segunda Guerra Mundial Teshigahara, que se hallaba en la miseria, logró que los gerentes de unos grandes almacenes de Tokio le facilitaran una estancia con el fin de presentar una exposición de ikebana. Los visitantes de la exposición quedaron estupefactos. Todas las reglas sagradas habían sido violadas. Los tallos se entrecruzaban; las flores aparecían apiñadas unas contra otras, en desordenado agrupamiento, y el artista mezclaba con sus materiales vivos trozos de madera, frutos, piezas de hierro oxidado, espinas de pescado, raíces muertas, troncos musgosos, abanicos, platos.. Los recipientes que utilizaba parecían escogidos al azar: una olla vieja, un cenicero, un pedazo de hormigón. La exposición obtuvo un éxito sensacional, y desde entonces el arte de la composición floral tomó otro rumbo.
Hoy existen en Japón unas veinte escuelas, o estilos principales, de ikebana. En todas, incluso las más vanguardistas, se enseñan las reglas clásicas, cuyo mejor ejemplo es el sencillo arreglo de los tres tallos, llamado a veces estilo «cielo-tierra-hombre». El tallo «cielo» es el más alto, su longitud suele ser de una vez y media la del jarrón en el que está colocado, más el ancho de éste. El tallo «hombre» mide las dos terceras partes de la altura que tiene el tallo «cielo» y, por lo general, se coloca a la derecha de éste. El tallo «tierra» es el más pequeño, mide las dos terceras partes del tallo «hombre». Las mismas proporciones se mantienen aun cuando la composición floral se extienda horizontalmente. Los tallos están unidos en su base. Si se traza una línea que una entre sí las extremidades de estos tallos se obtiene un triángulo de lados desiguales, forma básica de toda composición floral japonesa. Para los budistas esta forma representa el fuego, que destruye toda impureza. Representa también la forma del propio Buda sentado en posición meditativa. El artista puede añadir otros elementos ―siempre en números impares y si pasar de once―, pero éstos estarán subordinados a los tres tallos principales.
ronronea: naia
MANICOMIO 251
Hace 26 minutos
6 maullidos:
uno no esperaría encontrar tanto simbolismo como filosofía en un arreglo floral, pero los orientales son conocidos por su vida meditativa y esto lo han ligado a la naturaleza en donde de paso le han agregado arte. un beso.
Una maravilla, creo que es muy propio de la cultura oriental, el que todo tenga un significado, realmente hermoso...
Besitos en el alma
Scarlet2807
Siempre me deja impresionada la cultura nipona.
Draco, Scarlet, Layna, gracias por vuestros comentarios. La cultura japonesa es fascinante, su búsqueda paciente de la armonía y la perfección. Ya iremos viendo poco a poco más detalles..
besos,
Hace unos días, viendo una exposición floral, me explicaron esta misma historia, ya que yo pensaba que era cualquier otra cosa. Pacientemente me dijo en qué consistía este arte. Y yo como siempre le escuché atentamente comprobando que incluso quien había creado aquella decoración tampoco tenía mucha idea por la cara que puso al escucharlo.
Un abrazo
hola rubia!
es el signo de los tiempos.. la globalización trae un inevitable mestizaje cultural, las tradiciones pierden su sentido original y mutan de un país en otro..
besos,
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