cuando Juliano el Apóstata arrojó de su rostro la careta del catolicismo y se proclamó pagano, lo hizo afirmándose a sí mismo mediante el «taurobolium», rito que, haciendo aspersiones de sangre de toro, pretendía borrar el carácter que imprime el bautismo. En realidad, no hacía más que seguir las directrices que le había inculcado el infame eunuco Mardonio impulsándole al neoplatonismo, a los discursos de Libanio y a las lecciones de Máximo de Éfeso.
como es sabido, dictó muchas disposiciones contra los cristianos e incluso quiso restaurar el antiguo culto público de Apolo, mandando, como medida previa, trasladar las reliquias de san Bábilas. La gente se agolpó ante el palacio imperial cantando el salmo 96: «Confundantur omnes qui adorant sculptilia et qui gloriantur in simulacris suis»; el salmo 113: «Simulacra gentium argentum et aurum..»
Juliano se puso pálido de rabia y, rompiendo un vaso que sostenía entre las manos, juró vengarse. Lo primero que dispuso fue que se azotara allá mismo a la matrona Pubila y a las vírgenes que andaban por la calle cantando los salmos de protesta. Luego retiróse a las habitaciones y después de escribir un párrafo de su obra Galileas, en la que desplegaba su refutación de san Cirilo, recibió al eunuco Mardonio, el cual le propuso la restauración ―para corromper a los cristianos― de las calendas de Enero, fiestas licenciosas, ya criticadas por Tertuliano en el siglo II.
accedió a ello Juliano, pero san Atanasio, que había vuelto del destierro, contraatacó eficazmente: «Esa loca impiedad que observa los días, se une a los augures, y se persuade de que si la luna nueva de Enero se pasa en la alegría, la abundancia y la malicia, debe asemejársele todo el resto del año. Se encienden fuegos en las plazas públicas, se adornan de coronas las puertas de las casas. ¡Pompas del diablo, insensatas puerilidades!» (Homilía XXIII, «In eas qui novilunia observant»).
(Juan Perucho, Botánica oculta o El falso Paracelso)
ronronea: claudia
como es sabido, dictó muchas disposiciones contra los cristianos e incluso quiso restaurar el antiguo culto público de Apolo, mandando, como medida previa, trasladar las reliquias de san Bábilas. La gente se agolpó ante el palacio imperial cantando el salmo 96: «Confundantur omnes qui adorant sculptilia et qui gloriantur in simulacris suis»; el salmo 113: «Simulacra gentium argentum et aurum..»
Juliano se puso pálido de rabia y, rompiendo un vaso que sostenía entre las manos, juró vengarse. Lo primero que dispuso fue que se azotara allá mismo a la matrona Pubila y a las vírgenes que andaban por la calle cantando los salmos de protesta. Luego retiróse a las habitaciones y después de escribir un párrafo de su obra Galileas, en la que desplegaba su refutación de san Cirilo, recibió al eunuco Mardonio, el cual le propuso la restauración ―para corromper a los cristianos― de las calendas de Enero, fiestas licenciosas, ya criticadas por Tertuliano en el siglo II.
accedió a ello Juliano, pero san Atanasio, que había vuelto del destierro, contraatacó eficazmente: «Esa loca impiedad que observa los días, se une a los augures, y se persuade de que si la luna nueva de Enero se pasa en la alegría, la abundancia y la malicia, debe asemejársele todo el resto del año. Se encienden fuegos en las plazas públicas, se adornan de coronas las puertas de las casas. ¡Pompas del diablo, insensatas puerilidades!» (Homilía XXIII, «In eas qui novilunia observant»).
(Juan Perucho, Botánica oculta o El falso Paracelso)
ronronea: claudia
6 maullidos:
Me ha encantado leerlo.
Estaré atenta a la luna de enero...ahora empieza la renovación las carnes tolendas... carnaval por estos lares... no salimos de una y nos metemos ya en otras fiestas..
guau.. super interesante claudia :)
hola dintel;
gracias por pasarte (y por dejar una nota)
besos,
hola ico;
pues ya nos contarás sobre los carnavales :)
besos,
hola marisa;
me parece que sí, fue un tipo curioso Juliano..
besos,
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